jueves, 23 de febrero de 2017

El deporte pierde fuelle





Entre otras muchas cosas, el siglo XX fue el siglo del deporte-espectáculo. Habría que remontarse a las antiguas Grecia y Roma para encontrar una época en que fuera comparable la importancia social de este tipo de espectáculos de masas, con sus “héroes” asociados. ¿Lo será también el siglo XXI? Aquí ya pronosticamos que no, y los hechos parecen corroborarlo. Desde una disminución del número de espectadores al descrédito de las instituciones deportivas, pasando por protestas inéditas el siglo pasado (contra la celebración de olimpiadas, por ejemplo), el deporte parece ir perdiendo peso como ritual utilizado políticamente y tema de conversación casi obligado (sobre todo entre la población masculina). Un factor decisivo es internet, con la ampliación de perspectivas y recursos que ofrece. La información sobre corruptelas y la desmitificación de los protagonistas de este banal espectáculo es mucho más fácil, así como la diversificación de la oferta de ocio. En la actualidad, gran parte de la juventud prefiere los llamados e-sports como espectadores, mientras en España el fútbol ha perdido varios cientos de miles de espectadores en directo en el nuevo siglo, según datos oficiales. Las fotos de estadios semi-vacíos durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro contrasta con los múltiples suicidios que hace décadas provocó la derrota de Brasil en el Mundial de fútbol, así como la moda del “running” que invade las calles contrasta con la pérdida de espectadores del “deporte de élite”.

La pérdida de importancia de la televisión es otro hecho clave. La televisión ha sido el gran publicista del deporte profesional, a fondo perdido (incluso pagando, cuando debería ser al revés); la omnipresencia deportiva en el medio de masas hegemónico explica gran parte del éxito a escala gigantesca del deporte. Actualmente, la televisión está en declive gracias a internet, y marca mucho menos la agenda.

Evidentemente esto no significa que los curiosos espectáculos del fútbol, ciclismo, tenis, baloncesto o MMA tengan ningún viso de desaparecer, pero la tendencia a restar importancia e influencia social a estos cansinos espectáculos es indudable. Seguramente, fenómenos políticos como los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 o los boicots mutuos entre EE.UU.y la U.R.S.S. en los juegos de Moscú y Los Angeles ya no se vayan a producir, debido a la pérdida de calado mediático-político del deporte. Y el histerismo de masas debido al deporte, sin dejar de existir, está en claro retroceso.